La XIII edición de los JP ascendió al Norte del continente, hasta Winnipeg, provincia de Manitoba, Canadá, entre el 23 de julio y el 8 de agosto de 1999. En la nueva oportunidad de promover la cita multideportiva (anterior 32 años antes, en 1967), destacó el nivel organizativo superior y eficiente en línea general, aunque el calificativo de Mejores Juegos de la Historia proferido por el presidente de la ODEPA no tuvo tanta dimensión como cuando lo endosó a La Habana’91 o por segunda vez seguida a Mar del Plata’95, en todos los casos durante la ceremonia oficial de clausura.
Por Enrique Montesinos (*) – enriquemontesinos@hotmail.com
A los anfitriones no les resultó nada fácil obtener la sede en reiteración. La idea surgió en 1991, en el Consejo de la Ciudad, y en diciembre de 1992, no obstante el enorme entusiasmo, apenas pudieron ganarle por un punto a la candidatura de Toronto, luego de tres votaciones para definir a nivel de país la «pelea» por el aval de la Asociación Olímpica Canadiense.
En julio de 1994, Winnipeg necesitó igualmente tres votaciones en el Congreso de la ODEPA, en Guayaquil, Ecuador, para alcanzar otra idéntica victoria angustiosa por un punto ante las también candidatas Santo Domingo (República Dominicana) y Bogotá (Colombia).
Todo el esfuerzo para auspiciar los últimos Juegos del Milenio tuvo sus frutos cuando la ciudad acogió con beneplácito a 4 949 atletas, 2 000 técnicos y personal de misión, así como a 2 266 oficiales (léase jueces y árbitros), para un gran total de 9 215 participantes de la familia deportiva continental, alojados en dos Villas principales (una en la Universidad de Manitoba y otra en una base de las fuerzas armadas canadienses) y dos adicionales más pequeñas.
Y se reflejó también en la exitosa actuación del equipo de Canadá en la tabla final de medallas, la mejor histórica, sin que ello significase un vuelo tan alto como para desplazar por la calidad de las medallas a líderes tradicionales, Estados Unidos y Cuba, con 106 y 69 de oro ganadas, respectivamente, frente a 64 canadienses.
En las competencias participaron los 42 países miembros de la ODEPA (12 del sur continental, 7 del centro, 3 del norte y 20 caribeños). Entre los deportes más concurridos volvió a destacar el atletismo, con 481 competidores, casi el doble de sus dos seguidores, fútbol (260) y natación (245), con un cuarto lugar significativo del hockey (224).
El programa competitivo mantuvo la misma abultada cantidad de deportes de la edición anterior, con 38 (cambió la pelota vasca por el pentatlón moderno), mas resultó verdaderamente impresionante la reducción del número de pruebas estimuladas con medallas, ¡105 exactamente! En el total el abrupto descenso varió de 432 a 327.
Algunas delegaciones consideraron haber sido perjudicadas a priori, cuando los organizadores determinaron las pruebas que no convocarían. De hecho, Cuba tuvo su faena menos sobresaliente en el medallero en 20 años, desde San Juan’79 cuando conquistó 64 doradas (si bien en solo 242 finales discutidas), denunció un acoso antideportivo en los medios de prensa y se sintió «trampeada» por ciertos resultados positivos en pruebas antidopaje.
El caso más connotado fue el de Javier Sotomayor, multirecordista y multicampeón en salto de altura, a quien se le atribuyó uso de cocaína, sustancia que dijo no haber visto ni en película, además de no ayudar para nada a los resultados en su especialidad.
De esa forma se negó su cuarta victoria panamericana en sucesión, beneficiándose Canadá por partida doble, pues dos representantes suyos quedaron igualados en el segundo lugar y avanzaron al oro, y también Estados Unidos, que así pudo escapar del tercer revés seguido en atletismo frente a Cuba.
La mayor de las Antillas dominó en un sector ya tradicional de los deportes de combate, sobresaliendo tres de ellos con nueve preseas doradas cada uno, esgrima (de 10 posibles), boxeo (de 12) y judo (de 14). El atletismo, no obstante su segundo lugar, le proporcionó la cifra máxima al cofre, con 10, sin olvidar las de Anier García en 110 con vallas e Iván Pedroso en salto de longitud, ambos consagrados al año siguiente en los Juegos Olímpicos de Sydney.
El arte competitivo de la gimnasia también resultó favorable, siete de 14 títulos, cuatro de ellos etiquetados con el sello personal del gran Erick López, máximo acumulador por tercera vez y monarca también en paralelas, arzones y anillas, además de encabezar la conquista de un quinto premio máximo, el de equipos.
En pesas cedió el protagonismo, con solo tres de oro, por ausencia en las siete categorías femeninas y ser inculpados de dopaje dos campeones varoniles, conclusión cuestionada por los médicos cubanos que no encontraron trazas similares en varios análisis previos ni en posteriores a manera de comprobación. Sin embargo, Idalberto Aranda en la nueva división de 77 kg, implantó el único récord mundial que prestigió a los Juegos, 205.5 en la modalidad de envión.
En los deportes colectivos su afición vibró con la ¡¡OCTAVA!! corona a hilo en béisbol, los éxitos en balonmano y voleibol masculinos y el segundo histórico de las muchachas del básquet, aunque lamentó el inesperado revés del voleibol femenino ante Brasil, rival convertido en muy calificado y competitivo.
Estados Unidos, además del atletismo y una buena cosecha de diez doradas en natación, pese a su segundo escaño, triunfó en ciclismo, equitación, kárate, pesas, esquí acuático, lucha, patinaje, pentatlón, racquetbol, tenis de mesa, tiro y tiro con arco.
Lo mejor de Canadá estuvo en la natación, donde logró dominar a Estados Unidos, con 13 de oro, sobresaliendo Jessica Deglau y Joanne Malar, dobles campeonas individuales e integrantes de relevos coronados; también la sede lideró en canotaje, badminton, gimnasia rítmica, clavados, nado sincronizado, squash y velas.
Fuera de los tres principales, impresionaron las victorias de Argentina en remo, Venezuela en taekwondo y Brasil en el torneo varonil de baloncesto, por segunda vez concisamente vs. Estados Unidos, coronándose así por tercera ocasión, lo mismo que en Cali’71 (en esa oportunidad Cuba fue la que directamente le ganó), e Indianápolis’87.
No conocemos que los organizadores de Winnipeg hayan seguido la tradición de confeccionar una Memoria Oficial. En su lugar, distribuyeron un CD contentivo de 1 117 páginas de resultados técnicos y lo acompañaron con un folleto de 40 páginas más, de textos informativos.
Resulta curioso que en dicho documento no se menciona para nada el tema del dopaje, de tanto revuelo en la prensa. Tampoco el tema de los mosquitos, cuya abrumadora presencia y sus continuas picadas no faltaron en las reseñas diarias y mucho menos en los recuentos, al extremo de bromear con la propuesta del fastidioso bichito como «mascota», por delante del Pato de los bosques y la Lorita, las oficialmente seleccionadas.
Y llegó la ceremonia de clausura el domingo 8 de agosto, con la vista ya puesta en Santo Domingo, elegida para debutar como organizadora en el 2003. Guadalajara había amenazado con desplazarla de nuevo, como antes pudo Winnipeg, pero se aunaron esfuerzos y no lo consiguió.
Los pequeños también tienen derecho.
MÁS GOTAS DE SABER:
—En definitiva fueron entregadas 328 medallas de oro en 327 pruebas, por duplicarse en el empate del salto de altura masculino. Los primeros seis países del medallero con dígitos dobles de doradas fueron los siguientes: Estados Unidos 106-110-80=296, Cuba 69-39-47=155, Canadá 64-52-80=196, Brasil 25-32-44=101, Argentina 25-19-28=72, y México 11-16-29=56.
—El atletismo repartió 46 juegos de medallas y la natación 32; deportes otras veces muy medalleros como el tiro y las pesas, descendieron hasta totales respectivos de 14 y 15, de modo que el tercer deporte en este contexto fue el ciclismo, con 18.
—Las categorías masculinas en levantamiento de pesas se redujeron de diez a ocho para favorecer la entrada olímpica de siete femeninas y sumar un máximo de 15, según acuerdo de la Federación Internacional de Halterofilia (FIH). De esa forma, en Winnipeg compitieron por primera vez las mujeres, pero en los dos sexos solo se premió el Total, como sucedía antes de 1971.
—La nadadora canadiense Joanne Malar y el brasileño Gustavo Borges coincidieron en varios aspectos. Compitieron en sus terceros Juegos y conquistaron medallas a raudales en cuatro, desde La Habana’91 hasta Santo Domingo’03, convirtiéndose en líderes históricos del deporte, ella con 16 medallas (6-9-4) y él con 19 (8-8-3).
—Además de las pesas, hubo participación femenina por primera vez en polo acuático, fútbol y voli de playa.
(*) Primer vicepresidente de AIPS América y autor del libro Juegos Panamericanos, desde Buenos Aires 1951 hasta Río de Janeiro 2007