El fútbol paraguayo ha sido víctima de mucha violencia en el 2012. Al principio ha sido física, entre aficionados, entre ellos muchos mimetizados para delinquir. El deporte no se merece este tipo de atropellos. Por eso, los organismos pertinentes deben pasar de los discursos y constantes planificaciones a los hechos.
Por Gustavo Benítez – gustavobenitez2003@yahoo.com
Se ha llegado a la triste decisión de jugar partidos sin la presencia de hinchas de determinados clubes como medida de prevención de hechos vandálicos. Esa postura evidencia la falta de tino y capacidad; pues un partido de fútbol es espectáculo montado para el público, por lo que sin él, pierde sentido.
La tecnología ha sido mera espectadora de las decisiones de las autoridades del fútbol u organismos que rigen del deporte rey en el Paraguay. Alguna vez se lo citó como un elemento fundamental para aliarse contra la violencia, pero ninguno de los clubes de la División Profesional ha considerado la utilización del circuito cerrado que ayude a la identificación de los inadaptados sociales que se escudan en el fútbol.
Se desnaturalizó el fútbol. El lenguaje de los “deportistas” ha cambiado. Los árbitros, directores técnicos, dirigentes y periodistas han sido blancos de tiroteos verbales; proferidos por los propios protagonistas del fútbol. De aquellos que deberían cuidar su lenguaje, ser buenos ejemplos para los niños, jóvenes y sociedad en general.
Mas, como en el Paraguay el problema de muchos de sus habitantes es cultural, apenas llega a un determinado rango, cree que tiene la libertad de abusar de su derecho. Entonces, se descarrila, sin argumentos convincentes para el debate, profiere groserías, insultos, ofensas, que denigran a las personas. En los últimos tiempos se han registrado suficientes ejemplos que resultaron ser el hazmerreír de muchos.
La Asociación Paraguaya de Fútbol (APF) está obligada a adoptar severas medidas. Es que el cambio de pensamiento forma parte del proceso cultural, ello conlleva tiempo, que necesita de la educación que se recibe en la familia. Por lo tanto, lo más probable es que la sociedad que consume el fútbol siga soportando golpes en los oídos con los inmerecidos improperios.