Escribe, Nestor Díaz.
En el camino recorrido por el balompié mundial a través del tiempo, es inevitable un elemento, una prenda, que viste a los actores del campo para ser identificados de inmediato por los aficionados, jugadores, periodistas. La camiseta que identifica a un club, a un país, a un territorio y late desde dentro un corazón que entraña gritar un gol. En sus primeros retoños del fútbol, allá por el siglo XIX en Inglaterra, se jugaba luciendo un pesado jersey, pantalones hasta la rodilla, botas altas y “torpes”, cinturón y canilleras por encima de las medias. Posteriormente, se contempló la necesidad de diferenciar a cada equipo con rayas, lo cual llevó a la confusión al momento de quitar el balón. Arthur Kinnaird, una de las primeras estrellas, no era conocido por su camiseta con un número en la espalda, como lo es hoy Luka Modrić, con la diez o la catorce (su nuevo número en el AC Milán); sino, por sus largos pantalones blancos, que los hinchas figuraban vestir. En el tránsito de 1890, The Football League subrayó que los equipos miembros tendrían que “pintarse” de uniformes distintos. Es donde brotan los colores que hoy amamos: esa piel, ese cuero, que no lo cambiamos por ninguna.
El rectángulo de juego palpita las zamarras con colores identificables, escudos en el pecho, números en la dorsal, hechos con la técnica de serigrafía a inicios del siglo XX. Es el nacer del sol para irradiar a los protagonistas e hinchas de pasión, de aprecio por un club o a una patria que les dio la luz. El fútbol se convierte en identidad de masas, distinguida por un tono, un logotipo que todo mortal lleva puesto en la calle, una flamante piel de fresco “vellocino”. Las telas sintéticas aterrizan para “hospedarse” por los años setenta, con mayor comodidad y facilidad de movimiento. Los equipos nacionales plasman un color, en su mayoría idéntico a la bandera que defienden, y los estadios se colman de pancartas, letreros en alusión al país que los acompaña en su sendero. Las chemas (llámese así en Costa Rica) vuelcan una transformación formidable con la visión de los empresarios, quienes apuestan por elaborar una playera con su marca, como Nike o Adidas. Cada una distinta para cada club o nación, pero con una identidad que lo convierte en un supremo e invalorable negocio.
En la selección brasileña predomina el amarillo con verde, en la española el rojo, en Boca Juniors el azul y amarillo, en Manchester City el celeste. Por citar algunos ejemplos. En nuestro tiempo ya no se confeccionan camisetas clásicas lisas, estas “lanzaron un cambio de frente” a los diseños exclusivos que marcan la tendencia de la moda deportiva. La inversión de Nike es considerable en el tamaño del mercado de las camisetas de fútbol, la cual se proyecta para este año en USD 7,992.87 millones y se espera que crezca hasta USD 12,145.16 millones para 2033, según Global Growth Insights. Barcelona de España, Corinthians, son los principales clubes que viste la marca, además; a las selecciones de Brasil, Portugal, Holanda, sin ánimo de desplazar a otros equipos de similar importancia. Ojo que Adidas se encuentra a la par. Es común, por otro lado, observar las “retro” de los setenta, ochenta, noventa, dos mil que, impulsan la industria textil en el orbe, las cuales naturalmente se puede vestir con Jeans y zapatillas. ¿Quién no desea una de Pele, con la diez sin nombre en la espalda? ¿Una de Johan Cruyff con la catorce? ¿O del Pibe Valderrama? Estas dos líneas de espacio, son para que tú elijas la de tu preferencia.
La publicidad en los jerseys se torna indispensable para afianzar los ingresos de los clubes, los cuales se sienten complacidos por la bendita piel, que un día fue una simple prenda y hoy navega en las arcas de los patrocinadores. El Real Madrid es una de las entidades que recibe más dinero por su “mica”: Adidas, la marca que lo viste, otorga 117.6 millones de euros por año. Emirates, con su logo en la parte delantera, 70 millones de euros por temporada y HP, 70 millones de euros por lucir en la manga.
Su confección se perfecciona cada lustre, con mezclas de tejidos avanzados de malla y poliéster, con la finalidad de que los futbolistas se mantengan frescos y secos durante todo el match. Estos tejidos porosos y ligeros facilitan el flujo del aire en la playera y la liberación del calor acumulado, para evitar el sobrecalentamiento del deportista. Las técnicas de fabricación modernas permiten “costuras sin costuras”, lo que significa reducir la fricción y mejorar la comodidad durante el movimiento. Además, admiten un estiramiento sin rasgarse. La nueva “polera” con número y nombre en la espalda, escudo e isotipo de la marca deportiva en la frontal y logos de las compañías asociadas – estampados con la técnica DTF (Directo a Película) – empalma en una modernidad deportiva prodigiosa. Imaginar que antes solían contar con cuerdas y botones grandes, fatigosos; ahora podemos acariciarla y sentir la suavidad, la ternura, la exquisitez de su piel. ¡Centro al área y tú tienes el balón!.
AUDIO




