Por Miguel Paulo (Uruguay) – @mpaulo94
LA HABANA, Cuba, 30 de abril de 2019.- Algunos llaman “la batalla de la hoja en blanco” a la situación que vive el escritor cuando se enfrenta al problema de querer plasmar en su cuaderno lo que quiere decir, pero no puede. Hay momentos de la vida cotidiana que son difíciles de explicar con palabras y eso es lo que nos pasa a los que estamos siendo favorecidos con el Posgrado de Periodismo Deportivo aquí en La Habana.
En el norte de Europa encontraron el término exacto a lo que nos está pasando. A todo lo que es acogedor o te hace sentir bien los holandeses lo llaman «gezellig», como así también a los momentos que nos hacen más felices y a la sensación acogedora que sentimos cuando pasamos tiempo con las personas que queremos.

El pasado martes 23 de abril nos encontramos, por casualidad, profesionales del periodismo en La Habana. De antemano, lo único que compartíamos era el idioma (aunque con dificultades a veces) y unos muy pocos, la nacionalidad. Hoy, siete días después, son incontables las similitudes que nos hemos descubierto y estoy seguro que vamos a seguir haciéndolo.
“En mi país es…” así comenzaban los primeros diálogos de algunos, “en el mío también”, replicaban otros. Éramos tan distintos y tan iguales a la vez; desde el más chico hasta el más maduro del grupo tenía algo para contar y algo para que su semejante aprendiera, pero había algo que era innegable: la estábamos pasando muy bien.
El aporte de los docentes del instituto y la posibilidad de exteriorizar nuestras culturas y vivencias hicieron que estos días fueran excelentes desde todo punto de vista. Pensamientos distintos, puntos de vista opuestos, experiencias diferentes, toda esa mezcla hizo que sea el complemento perfecto para que nuestro paso por Cuba sea más memorable aún.
No considero que sea necesario contar cronológicamente nuestro paso por este país, ni tampoco todos los sabores, olores, paisajes que hemos descubierto. No me alcanzaría esta hoja y no tomaría la real dimensión de lo vivido. Cualquier persona que visita estas tierras puede comprobar con sus sentidos todo lo que este territorio tiene para brindar, y lo da sin intenciones de recibir nada a cambio.
Latinoamérica tiene muchas cosas para ofrecer, pero hay una que “no se compra en la farmacia”, su gente. No es mentira que su capital humano es lo mejor, sin desmerecer la vasta cantidad de recursos naturales que engloba este continente, que son de primer nivel. Esto hemos comprobado en siete días: las personas que nos hemos cruzado en este camino permanecerán en nuestra memoria por mucho tiempo, y hasta me atrevería a decir que para siempre.
Con nuestras diferencias de edad, de contexto, de nacionalidad, de interés deportivo, hemos aprendido a querernos como semejantes, a entender nuestra propia realidad y la de nuestro colega, a mirar con otros ojos lo que antes se nos escapaba. Comprendimos nuestro pasado, valoramos nuestro presente, y nuestro futuro, que ya llegó, sabemos que será esperanzador.